Empieza la fiesta

EMPIEZA LA FIESTA
A Cerdita la habían maquillado como lo puta que era. Labios muy rojos, pestañas largas y colorete en tanta cantidad que parecía una muñeca pepona. Doña Olga dijo que mejor dejarle las coletas para poder agarrarla de un sitio cuando la penetraran. Habían informado a la pobre zorrita de que los zapatos de tacón rojo que había escogido tenían un significado concreto. Llevar el talón al aire quería decir que le gustaba que la penetraran por detrás, llevar los dedos de los pies sin cubrir que era una chupapollas profesional y los tacones de diez centímetros indicaban que le cabían falos de hasta veinte centímetros de largo.
Doña Marta le comentó que en la fiesta tenía que estar dispuesta a que cualquiera se la podía meter dónde y cuando fuese necesario y que si veía algún acto de remolonería sería castigada con dureza. Se le azotarían las pequeñas gónadas con una paleta de madera hasta que se hiciera sus necesidades encima, después sería empalada por un dildo de treinta centímetros de largo que empezaba con un grosor de cinco, pero llegaba hasta los doce.

Así que cuando Doña Reme la llamó con un gesto mientras se colocaba un arnés con un consolador de quince centímetros la gorda corrió hacia ella y se arrodilló mientras preguntaba:
–Señora, por favor, puedo chuparlo ante de que me enculéis.
–Como te gustan tener algo duro dentro, guarrilla.
–Sí, señora, me encanta.
–Anda, te dejo lamerlo, pero cuando te sodomice tienes que pedir que alguien te la meta en la boca mientras te follo.
–Claro que sí, señora –respondió temblorosa por el miedo y la vergüenza la zorrona.
El consolador era tan grande que no le cabía entero, pero doña Reme la cogió por las coletas y se lo metió hasta el fondo, haciendo que tuviera arcadas sin resultado de vómito.
Al dejar de chupar el dildo Doña Reme notó las manchas de carmín en el latex y dijo que eso era de muy mal gusto y que habría que castigarla por ello.

La gorda empezó a lamer las manchas con la lengua, pero Doña Reme la quitó de un empujón y dijo que después de follarla le aplicaría un divertido correctivo. La zorrona gimió un poco, pero dos bofetones y un gesto de la mano de Doña Reme indicaron que era la hora de ser penetrada.
La zorrona se puso de rodillas en el suelo, con el culo en pompa y separando las nalgas con las manos. Nada más notar la punta del dildo recordó lo que le había dicho doña Reme y mientras notaba dilatarse su culo de forma antinatural, empezó a hablar, entre gemidos y grititos de dolor.
–Por favor, que alguien me la meta por delante, por favor, quiero chupar algo, por favor, señoras.

Doña Olga se colocó su arnés con rugosidades y se acercó sonriente a la pobre esclava.
–Tranquila, gorda, que ya voy.
El consolador le entró hasta el fondo de la garganta y entre arcadas lo lamía y chupaba con entusiasmo mientras doña Reme le daba unas terribles embestidas que golpeaban con brutalidad la próstata de la zorra y la hacían tener una simpática erección.
–Mira que bien se lo pasa –comentó Doña Marta divertida.
–¿Cambiamos? –preguntó doña Reme después de temblar tras llegar al orgasmo.
–Claro que sí –respondió Doña Olga sacando de la boca el enorme y rugoso pene.
El culo de la esclava se relajó un instante y ella resolló como un animal con un hilo de baba cayendo de su boca.
Un zurriagazo en las gónadas y la voz de Olga le hicieron recordar que la tarde acababa de empezar.
–El culo en pompa, puerca.

Cerdita obedeció y se inclinó para que Doña Olga pudiera apuntar a su ano con el enorme falo, que le metió sin contemplaciones. La dilatación fue tan rápida que la pobre sumisa abrió la boca en un gemido lastimero que aprovechó doña Reme para introducirle el consolador manchado de heces. Las arcadas por el asco se mezclaban con los chillidos porque Doña Olga la estaba cabalgando sin contemplaciones.
La putilla miraba suplicante a su folladora bucal y entre las arcadas y la enculada algunas lágrimas empezaron a caer por sus mejillas.
–Está llorando, pobrecita –dijo doña Reme con cierta compasión.
Pero doña Olga le metió la mano por debajo, tocó el pene erecto y le apretó las bolas con fuerza.
–Pero si está gozando como la cerda que es, pero vamos a darle motivos para llorar con razón.
La señora hizo un gesto a dos de las criadas y dijo simplemente:
–Bastinadla.

La esclava dijo algo, pero sus palabras se perdieron entre arcadas y gemidos.
Cada una de las criadas le quitó uno de los zapatos.
–La verdad es que estos mulés son comodísimos –apuntó doña Reme.
–Ahorran mucho tiempo para descalzarlas –concluyó doña Olga, que acto seguido retorció los testículos de la doblemente penetrada– ¡Y tú, gorda, pon las plantas al aire, que pareces tonta!
La esclava obedeció con los pies temblorosos y antes de que los tuviera colocados doña Olga hizo un gesto afirmativo y comenzó el tormento.
Los golpes de la caña y el vergajo se alternaban con las embestidas bucales y anales haciendo que el registro de gemidos, gritos, arcadas y súplicas inconexas se transformara en un pataleo y un chillido que obligó a las señoras a parar un momento la follada para echarse unas risas.
La noche acababa de empezar.

Autor :Cerdisissy

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Muero por mi ama

Heterosexual, dominación ama-esclavo. La devoción de un esclavo por su ama puede llevarle a situaciones en las que puede poner en peligro su vida, o incluso ofrecérsela a su ama.
Ésta es una historia de perdición por mi Ama, debido a celos, traiciones y a una devoción total hacia ella. Es lo máximo que un esclavo puede dar por su Ama, la vida misma…
La servidumbre es mi mayor virtud, y complacer a mi Ama el motivo de mi vida.
Ella trabaja, su marido también, y yo, como su fiel esclavo, me dedico a los trabajos cotidianos de la casa, lavo su ropa, limpio, cocino, plancho; soy su juguete sexual, su perro, ciervo, lacayo, sirviente; soy y hago todo lo que ella me ordena o tan sólo sugiera.
Me suelta la correa y me deja salir de mi cucha a las 8:00. Cuando se va a trabajar, lo hace pues le gustan las tareas sociales, conocer gente nueva, me deja una lista de las cosas que quiere para el día, incluyendo el menú de la cena, y sin más se retira.

Me gusta hacer todo lo que ella me pide y todo lo que pueda para hacerla feliz, atenderla, servirle; durante el día mi trabajo suele ser rutinario y el mayor placer lo encuentro a su regreso (18 horas aproximadamente), apenas escucho la llave en la puerta debo acercarme a cuatro patas y esperar, moviendo la cola, a que entre; luego de una pequeña caricia, cual amo a su perro fiel, debo acostarme en el piso boca arriba y con la lengua afuera, ya que en ese momento debo cumplir con la función de un simple felpudo y lamer, hasta limpiar, toda la suela de los zapatos que usó en el día, luego de ese inmenso placer, y de mis agradecimientos hacia ella por darme tan preciado banquete, con sumo cuidado, le quito los zapatos y, a cuatro patas, voy a traerle las pantuflas en mi boca como perrito. Luego, mientras mi Ama supervisa todas mis tareas del día, para corroborar que estén hechas a su agrado (de lo contrario deberé aceptar el castigo que ella disponga, y suele ser severa, se los aseguro), voy a prepararle su té con masitas recién horneadas (deben ser horneadas en el día, y cada día distintas). Se lo llevo todo, lo coloco junto a ella, que está sentada en el sillón, me coloco en el piso, tipo mesa, pero flexionado, para que ella apoye su bandeja con el té y las masitas y no le quede a una altura elevada; si tengo suerte, cuando termine, arrojará alguna miga al piso para que lo unte con la boca.

Esto es lo cotidiano, lo normal, no quiero entrar más en detalles, ya que el tema es otro, pero les cuento a grandes rasgos, luego preparo el baño de espuma, la cena, le limpio los zapatos que usará el día siguiente y, si tengo suerte, me dejará masturbarme, o tal vez le sirva sexualmente; en otra ocasión les contaré esto en detalle, ya que hay algunos aspectos muy interesantes, pues vive con su marido.

Pero volvamos al tema central de la historia, mi servidumbre y devoción hacia mi Ama llega a tal punto de entregar mi vida para complacerla, y se preguntarán cómo o por qué. Y quiero que lo sepan todo para que juzguen y disfruten; con el paso de los días ella estaba más exigente, al principio eso me gustó, ya que los castigos en ocasiones me excitaban mucho, pero poco a poco fue apartándome de su lado, ya no podía complacerla sexualmente, ni ella a mí, en ningún aspecto. Me sentía inútil, presentí que algo sucedía, algo raro y extraño en su ser.
Hasta que un día, cuando regresó del trabajo mi Ama, entró y lo primero que hizo fue pegarme una fuerte patada en la cara, y luego, a los gritos, comenzó a insultarme y a decirme que yo ya no le servía, que era un perro viejo e inservible, que ya estaba cansada de mí y que si por ella fuera me hubiese sacrificado hacía rato.
Me dejó muy mal todo esto, jamás pensé que mi Ama pudiese ser tan hiriente conmigo, lo tuve que asimilar, no lo podía creer (sé que esto fue debido a que conoció en su trabajo a un perrito, un cachorro, y lo eligió a él, como los niños con un juguete nuevo que dejan el anterior olvidado y toman el nuevo). Pero lo que dijo fue muy duro para mí, habló de sacrificarme como si fuera un animal. A decir verdad, yo era cualquier cosa para ella y mi Ama lo era todo para mí, no quería nada que no fuese a ella o de ella; por eso, cuando se tranquilizó un poco, le pedí permiso para hablar y exponer mi conclusión. Le dije que yo no la quería perturbar sino complacer, pe
ro si no podía lograrlo mi vida no tenía ningún sentido; entonces le pedí, y le supliqué, que me dejara morir a sus pies, tan sólo eso quería yo, entregarle mi vida como gratitud a su ser. Tantas veces disfruté bajo sus pies que esto sería lo más decoroso y placentero.
Ella accedió.

Una semana después, luego de que mi Ama planeara la forma, el lugar y los acontecimientos a suceder, estábamos en la casa de una amiga suya. En la pileta de natación, que no era muy grande, flotábamos mi Ama y yo; ella tenía puesto un bikini negro, estaba cubierta por una bata blanca y con unos zapatos… ¡Sí, sus zapatos, que serían la clave de mi delirio, de mi locura y de mi perdición!. Eran unas sandalias negras con un tacón alto, de unos 8 centímetros y 1 centímetro de ancho en todo el largo del talón. Tenía una tira de cuero, de 2,5 centímetros de ancho, que cubría la capellada y dejaba ver sus bellos dedos, su hermosa y firme figura, acabando en un talón equilibrado y elegante. Era algo hermoso, indescriptible realmente.
Estábamos junto a la pileta, yo con mi malla, cuando ella, imponente, me obligó a «tirarme» al piso y a que le lamiese los zapatos, todo sin tocarle los pies con mi lengua. Me dio la suela, que tenía un tanto de pasto y barro debido al rocío matutino. Lamí toda la suela, como ella me lo había pedido, fue hermoso, algo realmente placentero para mí, mi excitación era terrible.
-Ahora puedes acabar, mastúrbate ahí tirado y disfrútalo, ya que será tu última vez -me dijo cuando lo creyó suficiente. Y así fue, acabé dentro de mi malla con una explosión terrible de semen, era algo sublime.
Me ordenó que me pusiera de pie y abrió una carpeta que contenía unos papeles en los que quedaba por escrito la decisión en cuestión: yo me hacía responsable y aceptaba la muerte que me proporcionaría mi Ama. También había un apartado en el que solicitaba que fuese enterrado tal cual me encontrasen ( y ya sabrán el por qué). Al leer eso me volví a excitar nuevamente; lo firmé todo, no había nada más que hacer, salvo complacer a mi Ama y gozar con ello.

Me ordenó quitarle los zapatos y que los tuviera en la mano, ella agarró un pomo de pegamento instantáneo y nos metimos en la pileta. Avanzamos hasta que el agua nos llegó unos centímetros por encima de la cintura, abrió el pegamento y me pintó los labios con él, con bastante cantidad, luego me pidió el pie derecho del zapato, lo tomó y me ordenó abrir la boca. Introdujo el taco tan hermoso que tenía su zapato (en sí todo era bello), me cerró la boca, con el taco dentro, y se puso a hacer presión en mis labios para que se me pegasen a su taco. Yo no podía creer lo que sentía, era una excitación enorme tener el taco de su zapato en mi boca cerrada completamente, Seguía presionando, cada tanto, ella con sus bellas manos y yo, por mi parte, también hacía fuerza. Me lo quería comer -se los aseguro- pese a que me ardía un poco la boca. Siguió la presión hasta que mis labios quedaron pegados por completo, no había forma de soltarlo.

Tiró el pomo de pegamento al costado de la pileta, me quitó el otro par del zapato de la mano y me ordenó que me sumergiese.
Así fue, me hundí en el agua ayudado por ella que empujaba con sus hermosos pies para que pudiese quedar en el fondo y no salir a flote; una vez que logré mantenerme en posición (la espalda en el fondo), calcé su pie derecho en el zapato que tenía en mi boca. Ella se puso el otro y pisó mi pene, que a decir verdad estaba bien duro.
Me embriagué de placer, su zapato en mi boca, su pie en mi pene, yo sin poder respirar, totalmente sometido a ella, dejando mi vida en sus pies. La veía por debajo del agua y sentía un placer inconmensurable; gocé, disfruté, me excité, me sometí, y le entregué la vida.
Todo por mi Ama, todo por placer, todo por amor.
Así fue como dejé mi vida por ella y como, en mi entierro, quedó la marca de mi Ama: su zapato en mi boca.
¿Qué más se puede pedir?

Autor : John.
Fuente: https://www.marqueze.net

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Este sera el modo de proceder

Llevaba de rodillas, tratando de mantener la mirada en el suelo, un tiempo que me parecía infinito pues hoy era un gran día. Era el día en que mi dueña iba a revisar el período que llevaba con el cinturón de castidad. Sabía que sería díficil que esa revisión me condujera a tener un orgasmo, algo que me había sido negado durante muchos días, pero en lo más profundo de mi ser aún guardaba cierta esperanza.

Mientrás en mi mente estaban esos pensamientos, mi dueña seguía sentada en el sofá leyendo una revista totalmente ajena al sufrimiento que me provocaba su visión. Llevaba puesta una camiseta-pijama transparente que dejaba entrever su ropa interior. De vez en cuando mi mirada subía un poco y al ver su cuerpo escultural y sus pechos asomarse por el escote, mi pene crecía haciendo que me doliera. Eso me recordaba mi condición de “chastity slave“. Eso me recordaba que mi pene estaba encerrado en una jaula de la que no podía salir sin la llave que mi dueña llevaba colgada de su cuello.

– Bueno, revisemos cuanto tiempo llevas con el cinturón de castidad – decía mientrás consultaba una libreta de mano pasando hojas de la misma -.
– ¡Pero si llevas tres semanas con el cinturón puesto! – me decía mientras ponía cara de sorpresa.
– La mayor parte de la gente puede tener un orgasmo al día, incluso más de uno, sin embargo tu no has tenido ninguno en 3 semanas -.
Creo que no puedo dejarte escapar de ninguna forma – su cara mostraba asombro lo cual no hacía más que remarcarme que ni siquiera sabía a ciencia cierta cuanto tiempo llevaba en castidad hasta ese momento.

– Bien, ¿quiero me digas cuando crees que debería permitirte masturbarte? – para mi sorpresa ella quería conocer mi opinión -.
– Hoy… – mi voz sonaba apagada y débil como siendo consciente de la oportunidad que iba a disponer de poder ser liberado -.
– ¿Hoy? Por favor, no me hagas reír…- su tono de voz denotó una fuerte incredulidad.
– Mañana… – conseguí murmurar -.
– Sigue intentándolo… – obtuve por respuesta.
– ¿Una semana? – mis esperanzas de verme liberado iban disminuyendo con cada intento y mi frustración crecía de forma proprocional.
– Una semana…, creo que no –
– ¿dos semanas? – mi voz empezaba a temblar intuyendo que el tormento de estas últimas tres semanas iba a verse incrementado más tiempo del que creía soportar.
– Dos semanas….uhm….- esta vez tardo un poco más en responder pero tras unos segundos que me parecieron eternos, su preciosa cara con sus largos cabellos rubios y esa sonrisa maliciosa negó de forma rotunda mi propuesta -.
– ¿tres semanas? – mi voz empezaba a denotar una ansiedad y frustración que sabía no me iba a hacer bien puesto que ella disfrutaba de verme en ese estado.
– Tres semanas, eso sería duplicar el tiempo que llevas en castidad – empezó a decir – no estaría mal.

¿Otras tres semanas sin poder tener un orgasmo, sufriendo cada vez que me excitaba al ver a mi dueña en ropa interior paseándose por la casa mientras yo hacía todas las tareas del hogar? – pensaba para mis adentros sin atreverme a expresar en voz alta esos pensamientos para no empeorar mi estado -.

– Lo estoy pensando mejor y esta es la forma en la que vamos a continuar – su tono despreocupado e indiferente me hacía temer lo peor – No habrá mas liberaciones ni más orgasmos para tí, nunca más, eso es lo que haremos de ahora en adelante.

En mi cara, rompió la libreta en la que anotaba mis progresos acerca de los períodos de castidad y siguió leyendo la revista ajena al dolor tirando los papeles al suelo para que los recogiera y siguiera con mis tareas domésticas.

P.D: es evidente que el resultado final del relato no puede ni debe ser real, puesto que siempre debe haber liberaciones en un período de castidad prolongado para que esta técnica de denegación de orgasmos tenga el efecto deseado. Solo es una fantasía que espero que os haya gustado.

Para más relatos relacionados con temas de castidad podeís consultar mi blog personal: http://chastitylife.blogspot.com
Gracias a todos/as por vuestra atención.
Fuente : https://www.marqueze.net/

Yo te someto

Llevamos 5 años de relación en los que hemos pasado las
más placenteras experiencias, ya pensamos en tener nuestro
primer hijo pero hay algo que me da vuelta la cabeza desde
hace un tiempo: nos falta algo en la cama… Hemos hecho todas las posiciones que son posibles para
experimentar diferentes sensaciones, ahora siento que
no me llena y antes de tomar el siguiente paso y preñarla
necesito reavivar ese fuego, saber que nunca seré infiel,
que en ella tengo todo lo que un hombre necesita sexualmente.
Mi mujer es del tipo de mujeres sanas, que hacen ejercicio,
que cuidan su alimentación, es una persona fabulosa con
gran sentido del humor y ¡ tiene unas nalgas de campeonato
!

Creo que porque tenemos muy buena comunicación ella se
dio cuenta de ese detalle en la cama y fue como sin pedirle
, en un afán por hacerme estallar de placer, mi hermosa
mujer se las ingenio y me llevo a vivir una experiencia que
nunca antes había prácticado sexualmente: Ser sometido.
Ya habíamos practicado BDSM pero el dominante siempre
fui yo, de cierta forma algunas personas esperan que el
control lo tomemos los hombres.
Voy a contarles las experiencia que viví:
Un tiempo por que rotaba turnos en mi trabajo no podia conciliarlo
a las horas que me convenian por ese motivo me receto el medico
un fuerte medicamento para dormir, cuando lo tomaba era
como una piedra, realmente dormia en cierta ocasion lo
tome y cuando desperte me encontraba desnudo, amarrado
a la cama con unas cadenas de piernas y brazos, tenia una
mordaza en la boca que me impedía hablar, al despertar
no sabía si aun estaba soñando, no recordaba nada solo
desperte en ese momento y de ese modo.

Por un momento senti desesperacion pero fue cuando mi mujer
aparecio vestida con un traje de vinil que le entallaba
el cuerpo con un cierre justo ahi entre los senos y un hueco
justo ahi, en su vagina, tenia una mazcara tambien, se veia
sensacional con unos tacones punteagudos altos, su cabello
rubio y blondo contrastaba con el color negro del vinil
de su vestuario, fue cuando ella me miro y me dijo:

¡Que bien que despiertas perro infeliz, vas a tragarte
toda mi chochita y quiero que te la comas bien o te castigare!
¡plaf! me dio un latigazo sobre el torso inmediatamente
sentí en mi pene esas contracciones que se sienten cuando
comienza uno a excitarse y erectarse ¡ wow! yo nunca imaginaria
que algo asi podria ponerme tan caliente como en ese momento,
siempre la habia dirigido yo.

ella se acerco a la cama, me quito la mordaza, me dijo abre
la boca y me escupio dentro de ella, se monto sobre mi cara
y puso su vagina, su clítoris en mi boca y me dijo ¡ Mama,
mamalo con devoción , tragatela rico! y comencé a darle
sexo oral me comía a mordiscos su dulces partes y ella gozaba
y gemía se movía sobre de mi cara , ¡oh! que sensación
tan diferente a abrirla de piernas y comermela, seguimos
así al rededor de varios minutos hasta que ella tuvo un
orgasmo, senti como se escurrió mas sobre de mi, cambio
de posición y esta vez se puso en sentido contrario lo que
me permitía mirar su ano y ella me pidio que lo estimulara,
me desamarro la mano derecha y me dijo ¡dedeame quiero
que lo vayas preparando porque despues me vas a encular!
le meti un dedo comence abrir poco a poco su rico culo, me
encanta mirar sus nalgotas, mientras ella me daba una felacion
y me castigaba los testiculos con pinzas esa sensacion
entre dolor y placer, entre sentirme un esclavo sexual
y tener ese sabroso mujeron complaciendome se estaban
convirtiendo poco a poco en una felicidad sexual que jamas
habia experimentado, que nunca habia concebido en mi mente
pese a ser muy conocido el BDSM.

No pude evitarlo y estalle, eyacule en su boca, senti como
me corri mientras ella me lo chupaba, me dejo terminar pero
se levanto despues y me dijo:
¡yo no te di permiso de venirte miserable esto tendras
que pagarlo! inmediatamente se incorporo y me dio mas latigazos
esta vez caian donde fuera…. uno incluso hizo que se desconectara
una pinza de las 2 que tenia en mis testiculos , uno me quedo
marcado en mi pecho y ella lo lamio uff ardia y su lengua caliente
oh! Tenia tantas ganas de que volviera a someterme , que lo siguiera
haciendo y fue como tuve una segunda erección y al darse
cuenta me dijo ahora si voy a montarme , pensaba que la penetraria
vaginalmente pero ella decidio sentarse pero para que
la enculara, fue como poco apoco entro mi pene en su ano y
yo lo veia y era maravilloso estar atado y como su rico culo
me apretaba el pene, delicioso ella se daba unos sentones
increibles, en ese momento se giro y quedo frente a mi y me
ofrecia sus senos para lamerlos y me cacheteaba al mismo
tiempo, me escupia y me humillaba, seguia moviendose hasta
que entro toda, sentia su culo bien abierto y ella lo gozaba,
se movia y cada que le decia que iba a correrme no me lo permitia,
hasta que que me dijo hazlo y uff estalle dejando la leche
dentro de ella oh que rico ella tambien se vino junto conmigo
ya que yo la estimulaba con mi mano libre el clitoris.

Esa experiencia y muchas otras me hicieron decidir que
definitivamente era la mujer de mi vida, sin duda di el siguiente
paso, ella me dijo: CARIÑO A PARTIR DE HOY, YO TE SOMETO…

Autor BadraSugarbaby
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La iniciacion de mi sumisa

La gloriosa jornada del estreno de Cecilia aún despertaba
vivos recuerdos en mi mente.
Al día siguiente sí, se produciría nuestro segundo
encuentro, que sería el primero al que le daría más contenido
de sesión BDSM. Al salir del trabajo la recogí en la parada
del bus, pero esta vez no la llevé a ningún restaurante,
sino derecho a mi casa. Ordené comida por celular. Una
ensalada primavera: arroz, maíz, arbejas, zanahoria
y presas de pollo. Bien liviano para una buena tarde de sexo
y algo más. Mientras íbamos en el auto le fui mencionando
algunas reglas:
– Solo hablarás cuando te autorice y si necesitas hacerlo,
me pedirás permiso primero. Desde hoy, cada vez que estés
conmigo a solas y una vez que se cierre la puerta, dispondrás
exactamente de un minuto para desnudarte completamente.
Solo usarás ropas frente a mí cuando yo te lo permita y
según lo que yo te indique que uses. Me llamarás Amo o Señor
y harás todo lo que te ordene quieras o no, te guste o no,
para tu placer o dolor y en cualquier caso me agradecerás
todo lo que te haga. Entendido?… – Sí, Amo.

Al llegar a casa y tras cerrarse la puerta, comenzó a quitarse
sus ropas. Le indiqué una silla donde debía dejarlas
prolijamente dobladas. Le dije también que cuando terminara
me esperara arrodillada frente a mi sofá, con las rodillas
abiertas y separadas y ambas manos sobre la nuca. Yo fui
a buscar la orden del almuerzo y volví en pocos minutos.
Cecilia estaba desnuda y en la pose indicada. Dejé la comida
sobre la pequeña mesa junto al sillón y le ordené que
se pusiera de pie para inspeccionarla. La pose era piernas
separadas, torso bien erguido y manos en la nuca con los
brazos bien abiertos. Su cuerpo exponía de inmejorable
manera las generosas formas que había desarrollado.
Le indiqué que mirara hacia abajo mientras la inspeccionaba
y obedeció. Noté que llevaba algo de maquillaje en el
rostro y su vagina lucía un bello púbico muy tupido. La
llevé al baño, le entregué una afeitadora que había
comprado para ella y le presté mi espuma de afeitar.
– Rasura tu vagina y desde hoy mantenla siempre así…
nada de concha peluda conmigo. Luego quítate el maquillaje
y no vuelvas a usar nada de eso sin pedirme permiso. Te dejo
este cepillo de dientes que compré para ti, pero lo usarás
después de comer. Cuando termines estas tareas, recoge
la comida, sírvela en dos platos. Pon el mío en la mesa
y en cuanto a ti, ya sabes dónde debes comer. Date prisa.
Cumplidas sus tareas, sirvió la mesa para mí y puso su
plato en el suelo. Me senté a la mesa, ella se arrodilló.
Esperé a propósito a que lo hiciera, para refrendarle
que no había servido agua.
– Quieres que almuerce a pico seco? – No, Amo… le pido perdón. – Ve al refrigerador y toma una botella de agua mineral sin
gas. Abre el armario, saca dos vasos y trae todo aquí.
Se apresuró a cumplir la orden y volvió con todo lo requerido.
Sin que le dijera nada destapó la botella, me sirvió primero
a mí y quedó expectante.
– Bien, Cecilia… sirve para ti también, ponlo en el suelo
y ya puedes empezar a comer. El almuerzo transcurrió con el debido silencio de su parte
y una vez terminado le dije:
– Ya sabes qué hacer con los platos, vasos y cubiertos…
Luego ve al baño y cepilla tus dientes y después búscame
en la sala de estar.
Levantó todo y sin perder tiempo fue a la cocina a realizar
su tarea, mientras yo aproveché para hacer mi higiene
dental. Luego, en mi dormitorio me despojé de mi ropaje
y desnudo me dirigí a la sala de estar rumbo al sofá, donde
puse en exhibición dos látigos más una fusta que había
comprado el día anterior, más mi cinturón, más una
fina vara de madera y también un collar de perra de color
negro con una chapita con su nombre escrito todo en minúscula,
y entre corchetes, mi nombre en mayúsculas. El collar
tenía una argolla con una cadena muy linda enganchada.
Cuando llegó Cecilia y vio todo eso, acusó la sorpresa
abriendo sus ojos ampliamente. No dejaba de observar aquellos
objetos.

– Tu mala conducta amerita un castigo. Sabes en qué has
fallado? – No, Amo… -dijo en voz baja y con cabeza gacha- – En el auto te dije claramente que era tu obligación agradecerme
todo lo que te haga, no es así?… – Sí, Amo… – Pues no te escuché darme las gracias por la afeitadora
y el cepillo dental que te regalé, ni por la comida, ni nada…
– Tiene razón, Señor… estoy en falta… – Estos látigos y ese collar también los compré para
ti… – Muchas gracias, Amo. – El collar te lo tendrás que ganar demostrando que eres
digna de usarlo. Los objetos de castigo ya te los ganaste.
Por ser la primera vez, te permitiré que tú misma elijas
con cuál de ellos quieres que te azote.
Prácticamente sin dudar, eligió el cinturón. Pensar
que gasté un buen dinero en dos látigos y dos fustas, para
que finalmente su primera azotaina fuera con el cinturón
que ajusta mis pantalones todos los días.
– Algún motivo en especial para esa elección? – Me recuerda a mi padre… – Él te azotaba con su cinturón? – En pocas ocasiones… cuando me portaba muy mal… – Y… cómo te castigaba él?… – Me bajaba las ropas y me daba con el cinturón… a veces
solo con la mano. – Pero siempre te bajaba las ropas? – Sí, Amo… – Y qué significaba para ti exponer tu cola desnuda ante
tu padre? – Sentía vergüenza… – Y crees que a él le gustaba tenerte desnuda? – Tal vez sí le gustaba… Cuando me bañaba me tocaba toda…
pero solo se animaba a tocarme y nada más. – Bien, Cecilia… Yo me animaré a mucho más que solo tocarte,
pero eso será después. Ahora te daré tu primer castigo.
Ya que no hiciste fiesta para tus quince años, te los voy
a festejar hoy con quince azotes. Quiero que los cuentes
uno por uno, en voz alta… entendido? – Sí, Señor…
Dispuse una silla en medio de la sala y le indiqué que se
parara justo detrás, con un pie al lado de cada pata trasera
de la silla, ambos por fuera. Luego la hice flexionar, apoyando
su abdomen sobre el respaldo de la silla y los codos sobre
el asiento. Su culo quedaba bien parado, como apuntando
hacia arriba, completamente ofrecido para lo que se venía.
No podía arriesgarme a dejarle marcas en ninguna parte
del cuerpo donde fueran visibles en su vida cotidiana,
de modo que sus preciosas nalgas serían las receptoras
de todas las descargas de mi cinturón. El solo verla así
me excitaba a tal punto que mi pene ya comenzaba a erguirse
como diciendo, “me desperté y tengo hambre”… Tomé
el cinto y doblándolo al medio lo agité al aire una par
de veces. Lista, esclava?… – Sí, Amo…
Dicho esto medí mi fuerza para que no fuera ni muy suave,
ni tan fuerte como para lastimarla y le descargué un primer
azote que le cruzó ambas nalgas. El Chas! resonó en la
sala. Cecilia cerró sus ojos, acuso el impacto, pero supo
ahogar su grito y en su lugar contó de viva voz…
– Uno…
Hice una pausa, pero luego decidí darle unos cuantos azotes
sin pausas, manteniendo un ritmo…
– Dos!… Tres!… FFFFF… cuatro!… FF ay!… cinco!…
Ay, ay!.. seis!…
Continué con la seguidilla y después del séptimo, se
le doblaron las piernas como queriendo dejarse caer. Rápidamente
le metí mano en la entre pierna y la levanté. Pude sentir
que su vagina estaba húmeda. Le ordené que se mantuviera
firme. No podía abandonar esa posición. Continué castigándola
y las lágrimas empezaron a surcar sus ojos, mientras sus
carnosas nalgas se enrojecían y yo acariciaba mi pene,
como pidiéndole paciencia… ya llegaría su turno.
Tras el décimo cuarto azote hice una pausa. Cecilia los
había contado todos entre quejidos y lágrimas. Yo levanté
mi mano un poco más que en los anteriores y con firmeza le
infringí el último suplicio.
– Ay!… quince… gracias, Amo, por el castigo, que es
menos de lo que merecía…

Dicho esto apoyó su cabeza sobre el asiento de la silla
y lloriqueó un poco. Sin perder tiempo, arrimé otra silla
y la puse justo en frente a la de ella, asiento contra asiento.
Me senté en ella y acercando mi pene a su rostro, la tomé
por su cabello para dirigir su atención hacia mi excitado
miembro. Al verlo, solo abrió su boca y lo recibió en ella
sabiendo lo que tenía que hacer. Aún sollozaba al tiempo
que me proporcionaba una colosal mamada, que dada la excitación
que yo tenía, solo duró un par de minutos antes de llenarle
la boca con mi leche caliente. Le dije que me la mostrara
antes de tragarla y abriendo su boca, cumplió mi orden.
Cómo me fascinaba el espectáculo de su delicada boca
llena de mi esperma caliente, saboreándolo, manteniéndolo
ahí hasta que le ordené tragarlo. Entonces cerró su
boca y pude ver el abultamiento que bajaba por su cuello,
al tragar todo el semen que le había descargado.
Luego le dije que se parara frente a mí y lentamente se fue
incorporando. Intentó acariciar su cola, pero se lo impedí
deteniéndola con mis manos. Le prohibí que se tocara
o acariciara. Le expliqué que el dolor, tanto como el placer,
era para sentirlo y asimilarlo. Tomé sus muñecas y las
guié a rodear mi cuello, mientras yo la abrazaba por su
cintura. Apoyó su cabeza en mi hombro y lloriqueó durante
algunos minutos más, hasta que se calmó y volvió a agradecerme.

Después la llevé al baño y le froté un poco de alcohol
en gel para su desinfección. Esto le provocó bastante
ardor. Luego le apliqué una crema que suavizó su piel,
la humectó, refrescó y la ayudó a calmarse. El resto
de la tarde lo pasamos en el dormitorio, teniendo abundante
sexo, rico en intensidad y placer. Cecilia se entregaba
cada vez más y comenzaba a transformarse en una mujer capaz
de vivir una notable plenitud sexual y sobre todo, me brindaba
una maravillosa actitud de sumisión que sublimaba su
entrega a mí. También disfrutamos de los momentos de
descanso, en los que aproveché para entregarle su nuevo
diario y le di un rato para que empezara a escribir sus primeras
experiencias conmigo. En ese tiempo me dediqué a algunos
quehaceres míos que tenía pendientes.
También le dije que quería anotarla en un club deportivo
para que hiciera determinadas actividades físicas y
otras disciplinas que servirían a su aprendizaje. El
club sería elegido por mí, ya que tenía un amigo que era
dirigente en uno muy adecuado para ella. De modo que mi plan
de educación de mi esclava comenzaba a tomar forma.
Cuando me disponía a llevarla de regreso, le entregué
un cd que había preparado para ella el día anterior y le
di instrucciones de escucharlo en la cama, antes de dormirse
y con auriculares. Debía hacerlo todas las noches y tenía
masturbarse pensando en mí mientras lo hacía. Lo que
ella no sabía era que yo le había mezclado mensajes subliminales
a todas las canciones. Es sencillo hacerlos, si se cuenta
con un buen programa de edición de audio. Los mensajes
subliminales eran del estilo de: “Adoro el sexo con mi
dueño, mi felicidad es ser esclava sexual de mi profe,
hago lo que sea por mi amo sexual, etc”. No es que sean infalibles,
ni mágicos. Pero en una persona que ya de por sí desea estas
cosas, los mensajes refuerzan las ideas en gran manera.
Luego la llevé al auto y partimos.

Autor : Erosgamos82

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